26.5.16

4 poemas de Osip Mandelstam (esp.)


La tristeza inexpresiva

La tristeza inexpresiva
Abrió sus dos ojos enormes,
El florero al despertar
Del cristal arrojó las flores.

Todo el cuarto se invadió
De una lánguida -¡dulce medicina!
Este reino tan pequeño
Tanto sueño ha devorado.

Un poco de vino rojo,
-Otro poco de sol de mayo-
Y rompiendo un delgado bizcocho
La blancura de dedos finos.
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Tártaros, uzbekos y nentses,
todo el pueblo ucraniano,
y hasta los alemanes del Volga
esperan a los traductores.

Y quizás, en este momento,
algún japonés 
me traduce al turco
y llega hasta mi alma.
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Nos quedaremos sentados en la cocina,
el querosén blanco huele a dulce;

Un cuchillo afilado y un pan...
Si querés, calentá bien el hornillo,

Y si no, buscá las cuerdas
ataremos la cesta antes del alba,

Para irnos a la estación,
donde nos nos encontraría nadie.
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¿Para qué debe crecer el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—?
¿Para que en sus queridas órbitas
puedan penetrar las tropas?
En vida crece el cráneo
por toda la frente —de sien a sien—,
Se atormenta por la nitidez de sus suturas,
se aclara con la cúpula del entendimiento,
espumea con el pensamiento, se sueña.
Cáliz de cálices y patria de patrias,
cofia recamada de pespuntes de estrellas,
gorrito de la felicidad —padre de Shakespeare...