27.3.15

2 poemas de Tomas Tranströmer




The couple

They turn the light off, and its white globe glows

an instant and then dissolves, like a tablet

in a glass of darkness. Then a rising.

The hotel walls shoot up into heaven’s darkness.

Their movements have grown softer, and they sleep,

but their most secret thoughts begin to meet

like two colors that meet and run together

on the wet paper in a schoolboy’s painting.

It is dark and silent. The city however has come nearer

tonight. With its windows turned off. Houses have come.

They stand packed and waiting very near,

a mob of people with blank faces.



After a death

Once there was a shock

that left behind a long, shimmering comet tail.

It keeps us inside. It makes the TV pictures snowy.

It settles in cold drops on the telephone wires.

One can still go slowly on skis in the winter sun

through brush where a few leaves hang on.

They resemble pages torn from old telephone directories.

Names swallowed by the cold.

It is still beautiful to feel the heart beat

but often the shadow seems more real than the body.

The samurai looks insignificant

beside his armour of black dragon scales.

----------------------------------------



(Tradução de Robert Bly, 1970.)



Tomas Tranströmer

20.3.15

2 poemas de Hugo Hodelín Santana



Al comedor de cultura

Sé que eres más calumniado que la Virgen María.
Sé que te comentan y de ti se burlan.
Santo Patrón.
Refugio del bajo ingreso.
Puntual como una puta arrancada.
Puntual como el solsticio de verano.
Puntual como el jueves de Pentecostés.
Sacudido entre cazuelas gatos escobas
de frijoles con frijoles.
De sopas de agua.
De arroz blanco purísimamente blanco,
como el camisón del padre de la catedral en la misa de los domingos.
De tu pequeño minúsculo platillo fuerte
dejado sobre la bandeja.
Abandonado,
tan abandonado
como un periódico tras la lluvia del verano.

Ven que yo vuelvo.
Ven y que no nos falte esta gracia del señor.
Y que te abandonen y acuchillen los otros.
Los otros que son y serán siempre los otros.
Que no somos nosotros,
hombres que te atravesamos a pasos largos
con hambrientas cucharas entre las manos.



El polvo del camino 


Ser humilde puede ser pecado.
Tus zapatos rotos
harán que el tipejo te abandone a la burla.

Ser humilde puede ser un delito.
Contra el ojo que ve y no ve lo que ve.

Ser humilde puede ser una bomba de tiempo
en manos del delirio.
Un sabotaje
que no te permitirá pasar del lobby
y la incesante negativa del agua y la cuota de cerveza.

Aunque hayas hecho tu mejor poema,
el hambre del día se acomodará en tu estómago,
como una mujer tierna,
de una manera cruel y perversa.
Cuando sólo el silencio sea tu hijo cómplice.





19.3.15

2 poemas de Luis Lorente




Migraciones (fragmento)

Dame un cuchillo, dame un cuchillo ciego
y niquelado que yo pueda empuñar por su hoja
ardiente aunque sus cortaduras lo conviertan todo
en palabras llenas de interminables desacuerdos;
pero dame un cuchillo penetrante, uno de esos cuchillos
resistibles a estos inconvenientes que los años dejan
cuando corre el viento.

Déjame otro cuchillo, déjalo aquí ceñido a mi cintura
para con él mañana abrir la noche y sus papeles ilegibles;
un cuchillo oponente y peligroso, que provoque
las heridas profundas, el desvío de la sangre
la oquedad, la caverna y más tarde mi muerte
aplastado en la arena.

Dame un cuchillo transgresor, sin dueño, culpable
de sus actos y los míos, solamente un cuchillo
para las manos afectadas por el miedo.
Colócalo debajo de la almohada donde nadie recuerde
que yo tengo un cuchillo cuneiforme que degüella,
e impone su aptitud beligerante.


Te veo venir trayéndome el cuchillo, el arma blanca,
mi coraza vieja envuelta en tu vestido de retazos
y delicadamente me lo entregas: toma el cuchillo
manéjalo con la misma destreza de tu padre.

Dame el cuchillo de inmediato, lo quiero ver
brillar sobre la mesa alumbrando mi casa
cuando el sol se detenga sobre su hoja ardiente.

Dámelo con su punta electrizante, demasiado afilada,
que corte hasta las alas de los ángeles
y esas gotas de lluvia que se quedan colgadas
en las hojas de las rosas de mármol.

Dame un cuchillo con vocación, flemático,
que sobreviva el paso de los años
el tránsito invariable de los vientos.

Y se hunda, cada vez más se hunda
con desesperación cuando vaya cortando
el nudo como un triángulo de soga
que se desliza sucia, que corre
y se desliza amenazante.




La mujer del cuadro 

¿Es húngara o francesa 
la familiar mujer del cuadro de la sala? 
Con abriles y almendras en los ojos 
parece ella advertir que es prisionera 
de cierta soledad donde perdió el color 
mirando parroquiales, balcones y verjas sobre verjas. 
Detrás de alguna estrella fue halagada. 
Alguien muy principal le cortó flores 
y la llevó a dormir entre ventanas 
por donde entraban tenues las magnolias, 
y la luna de lejos, apenas era luna. 
No ha subido Santiago. 
Ni siquiera sospecha a qué huele La Habana. 
Anda en un fondo rojo de lamentos 
cada vez más lejana, la mejorable, 
la familiar mujer del cuadro de la sala.




18.3.15

5 poemas de Eduardo Anguita


El conocimiento perturba



Debajo del agua encima de la tierra
En los bosques para el tacto en el fuego
Sobre o entre el cielo transformado en el peor ahogo
Bajo las miradas asfixiantes de los seres
Entre las hojas siempre verdes listas a escuchar
En medio de las sombras los cuerpos de la luz
En el mundo o el sueño
El hombre roba lo que puede a la verdad

Muy náufrago soy pero no ceso en mi trabajo
De poner calor al frío agua a la aspereza
Mi trabajo es verdaderamente inmoral
Hasta el momento de morir nadie descansa
Equilibrando contrapesando queriendo saber
Con nuestro orgullo que quiere tornar parte en la naturaleza
Con nuestros vestidos contra la desnudez
Nuestras palabras contra el silencio
Nuestra población contra la soledad
Nuestro andar contra la vejez
Sólo logramos creer en algo difuso
Porque en ese difuso estarnos presentes
Pero con nuestro saber sólo logramos
Robar algo a la verdad
Equilibrar todo negar el desorden verdadero 

(Sin duda, es lamentable nuestro afán impurificador. El astrónomo, el físico, el paleontólogo son los peores canallas Dormid, señores: dejad nuestra admirable confusión natural en donde deben moverse las plantas con su calor primitivo, interceptarse los astros sin clasificación y las flores romper el paso por nuestra sien: Hombres que aman la mugre de un falso conocimiento; sólo logran ensuciar con su aliento lo que podrían contemplar frente a frente, en el éxtasis, o en el sueño, que son buenos medios de contacto).

las abejas en su catre de bronce
los gallos inventando juegos sobre el mármol
los gobiernos intranquilos la revolución como moscas
a los cristales de la sordera no llames
volemos entre las ampolletas qué campanadas más tontas
róbale a la verdad róbale una cinta

El hombre nace en el movimiento
Todo equilibrio toda detención
Irrealizan el mundo en su pura impureza
El cielo que cubre todas estas cosas
Estas pequeñas luchas trascendentes
Podría decir

'No llevándote nada de mí
llevas mi mayor parte'
Pero en vez del cielo hablamos nosotros
Y en vez de la hormiga salada -para nuestra desgracia-
La sal detiene los alimentos.


Allegro bárbaro



En un rincón de tu cuarto hay un caballo sonámbulo que no te dejará dormir con sus mármoles desvelados. Hay una hoja de amianto finísima que busca colocación entre la pared y tu alma. Entre hielos, hermosa muchacha, no mires, no te muevas, no constates: ni el amor que reclama su parte recíproca imperiosa, ni la situación de urgencia blanca de tu cuerpo aprisionado por un fuego del cual no puedo fijar la procedencia, porque ha nacido justamente del espacio que media entre yo y tú, entre tu presencia y mi destemplado deseo que se agita como una lengua, en este recinto, como en un abismo,

Por lo demás, no creo que te cieguen tus propios delirios o tu transparencia que deja sospechar más de lo existente. No te muevas, no percibas, no conozcas. Mujer, fosforescencia querida, ¿podrás dormir?



Prohibición de respirar



Vivo en las paredes donde la muerte 
tiene colgada su sombra. 
Las ventanas cambian de hueco en mano. 
De vez en cuando un cielo visita el cielo de mi cerebro, 
debido a él los animales se hacen más pesados y caen. 
Porque los sonidos fermentan la tempestad, 
yo estudio los gestos de los otros, 
su mal hábito de irse acabando por los pies, 
e insectos cubren mi estrella de la frente.



Tránsito al fin

La puerta puede abrirse,
puede entrar el ladrido del perro,
sin que necesitemos saber nada.

Mientras no entre el viento en nosotros
cuando tenemos los ojos viajando entre los muebles
de la diversidad de los miedos de cada muerto,
podemos reír entre la espuma de lo oscuro.

La seguridad del que abre su vestido privado
dejando mostrar las huellas blancas de los delirios,
con un poco de fuerza se logra concentrar la ceniza invisible,
la sombra, mi muerte particular.

Piedras en la mirada, ya sólido su silencio,
pasos de las manos solas en el cuerpo.
Es así como amamos el aire de la estatua,
el aire que nos empuja a la vejez.

El hombre camina a una habitación semejante
y se coloca el traje que le conduce para siempre.


Verdadera catástrofe

Siguiendo un collar vengo hasta la puerta de la casa, en que la llave no se necesita, porque el ladrido del perro la abrió apenas vio el hilo del tornillo de la cerradura. Alcanzó el viaje del hilo sin fin, y así como la sombra en las 'altas horas de la noche' de los periodistas, gira alrededor de su cola, su mirada rodeada de pelos dio vueltas en torno al tornillo. Y allí lo cazó la muerte. Yo entré, ignorante de todo, y derribé las paredes divisorias, hasta que, ante mi terror, la casa se convirtió en un campo plano. ¿Por qué las yerbas volvieron a entrarse en la tierra por el mismo pasaje por donde habían venido? Tal vez la debilidad de mi actitud las hundió para muchos años. Mas, entre las ventanas que ahora nadan en este aire, distingo, con gruesas alas, suspiros como piedras. 



11.3.15

Zanzibar





No azul de Jezebel 
No céu de Calcutá 
Feliz constelação 
Reluz no corpo dela 
Ai tricolor colar 

Ás de maracatu 
No azul de Zanzibar 
Ali meu coração 
Zumbiu no gozo dela 
Ai mina aperta a minha mão 
Alá meu "only you" 
No azul da estrela 

Aliás bazar da coisa azul 
Meu "only you" 
É muito mais que o azul de Zanzibar 
Paracuru 
O azul da estrela 
O azul da estrela


7.3.15

Will Eaves





A Ship's Whistle
Years passed and I received no letter with the word “trombone”.          The distant cousins wrote, offered their shriller sympathies.         “What’s wrong with us?” Nothing I knew. Plugboard and      isinglass,
grimoire and cwm, friends all. Still I felt horribly alone.         Until one day it dropped through roundel light onto the mat.          I was tearing my dictionaries of hope—who, why, and what—
apart when it sounded, that note pressing for home. Trombone.         And fearing it a dream was like waking in the wrong room,         not daring to believe in your return, or having come
to my senses after sickness. Veneer, mirror, and comb:          objects that shivered as relief swelled under them, they drew          lots to be turned to words which, soon as said, I knew
were brass. Years sliding past alone until—avast!—trombone.

Cora Coralina




Minha infância
(Freudiana)
Éramos quatro as filhas de minha mãe.
Entre elas ocupei sempre o pior lugar.
Duas me precederam – eram lindas, mimadas.
Devia ser a última, no entanto
veio outra que ficou sendo a caçula.
Quando nasci, meu velho Pai agonizava,
logo após morria.
Cresci filha sem pai,
secundária na turma das irmãs.
Eu era triste, nervosa e feia.
Amarela, de rosto empalamado.
De pernas moles, caindo à toa.
Os que assim me viam – diziam:
“Essa menina é o retrato vivo
do velho pai doente.”
Tinha medo das estórias
que ouvia, então, contar:
assombração, lobisomem, mula sem cabeça.
Almas penadas do outro mundo e do capeta.
Tinha as pernas moles
e os joelhos sempre machucados,
feridos, esfolados.
De tanto que caía.
Caía à toa.
Caía nos degraus.
Caía no lajedo do terreiro.
Chorava, importunava.
De dentro a casa comandava:
“Levanta, moleirona.”
Minhas pernas moles desajudavam.
Gritava, gemia.
De dentro a casa respondia:
“Levanta, pandorga.”
Caía à toa…
nos degraus da escada,
no lajeado do terreiro.
Chorava. Chamava. Reclamava.
De dentro a casa se impacientava:
"Levanta, perna-mole…”
E a moleirona, pandorga, perna-mole
se levantava com seu próprio esforço.
Meus brinquedos…
Coquilhos de palmeira.
Bonecas de pano.
Caquinhos de louça.
Cavalinhos de forquilha.
Viagens infindáveis…
Meu mundo imaginário
mesclado à realidade.
E a casa me cortava: “menina inzoneira!”
Companhia indesejável – sempre pronta
a sair com minhas irmãs,
era de ver as arrelias
e as tramas que faziam
para saírem juntas
e me deixarem sozinha,
sempre em casa.
A rua… a rua!…
(Atração lúdica, anseio vivo da criança,
mundo sugestivo de maravilhosas descobertas)
-- proibida às meninas do meu tempo.
Rígidos preconceitos familiares,
normas abusivas de educação
-- emparedavam.
A rua. A ponte. Gente que passava,
o rio mesmo, correndo debaixo da janela,
eu via por um vidro quebrado, da vidraça
empanada.
Na quietude sepulcral da casa,
era proibida, incomodava, a fala alta,
a risada franca, o grito espontâneo,
a turbulência ativa das crianças.
Contenção… motivação… Comportamento estreito,
limitando, estreitando exuberâncias,
pisando sensibilidades.
A gesta dentro de mim…
Um mundo heroico, sublimado,
superposto, insuspeitado,
misturado à realidade.
E a casa alheada, sem pressentir a gestação,
acrimoniosa repisava:
"Menina inzoneira!"
O sinapismo do ablativo
queimava.
Intimidada, diminuída. Incompreendida.
Atitudes impostas, falsas, contrafeitas.
Repreensões ferinas, humilhantes.
E o medo de falar…
E a certeza de estar sempre errando…
Aprender a ficar calada.
Menina abobada, ouvindo sem responder.
Daí, no fim da minha vida,
esta cinza que me cobre…
Este desejo obscuro, amargo, anárquico
de me esconder,
mudar o ser, não ser,
sumir, desaparecer,
e reaparecer
numa anônima criatura
sem compromisso de classe, de família.
Eu era triste, nervosa e feia.
Chorona.
Amarela de rosto empalamado,
de pernas moles, caindo à toa.
Um velho tio que assim me via
dizia:
“Esta filha de minha sobrinha é idiota.
Melhor fora não ter nascido!”
Melhor fora não ter nascido…
Feia, medrosa e triste.
Criada à moda antiga,
-- ralhos e castigos.
Espezinhada, domada.
Que trabalho imenso dei à casa
para me torcer, retorcer,
medir e desmedir.
E me fazer tão outra,
diferente,
do que eu deveria ser.
Triste, nervosa e feia.
Amarela de rosto empapuçado.
De pernas moles, caindo à toa.
Retrato vivo de um velho doente.
Indesejável entre as irmãs.
Sem carinho de Mãe.
Sem proteção de Pai…
-- melhor fora não ter nascido.
E nunca realizei nada na vida.
Sempre a inferioridade me tolheu.
E foi assim, sem luta, que me acomodei
na mediocridade de meu destino.


3.3.15

5 poemas de Ribeiro Couto






Insônia

                              
O latido dos cães, na noite sem lua,
dá-me pavores vagos.
Por que latem aqueles cães lá longe?


As árvores, ali fora, estão imóveis.
Nem um sopro de vento bole nas folhas.
E tudo tão negro, na noite sem lua!


Por que latem aqueles cães lá fora?
Quem terá passado na estrada?


Na minha lâmpada mariposas batem.
Deve ser tarde.
Os meus olhos errando pelo pasto.


Ouço o tilinte vigilante de um cincerro…
É um cavalo errando pelo pasto.


E lá longe os cães latindo, desesperados, como se batalhassem,
como se defendessem o lugarejo adormecido.


Noite de insônia inquieta ao pé da lâmpada.


*

Brinquedo na piscina

Não voltou. A piscina
Lisa é como um retalho
Azul na luz matutina.

A mãe aos gritos se descabela.
Ralhava sempre, mas tanto ralho
De que serviu? Lamenta-se ela.

Imóvel no fundo da piscina,
Não se sabe se finge de peixe
Ou brinca de pesca submarina.
Parece pedir que a mãe o deixe.

*

A mulher passageira

Esta mulher que prometeu vir
Não é a mulher do meu desejo
É antes a mulher do meu tédio...

Ela virá dentro de uns instantes.
Vai bulir em todas as coisas,
Vai andar por estes tapetes,
Perguntará por outras mulheres.

Responderei a tudo com doçura...
Entretanto, é a mulher do meu tédio.

E ao partir, distraída e fatigada,
Escolherá um livro na estante
Perguntando: "Meu amor, vale a pena?"

*


Chuva

A chuva fina molha a paisagem lá fora.
O dia está cinzento e longo… Um longo dia!
Tem-se a vaga impressão de que o dia demora…
E a chuva fina continua, fina e fria,
Continua a cair pela tarde, lá fora.

Da saleta fechada em que estamos os dois,
Vê-se, pela vidraça, a paisagem cinzenta:
A chuva fina continua, fina e lenta…
E nós dois em silêncio, um silêncio que aumenta
se um de nós vai falar e recua depois.

Dentro de nós existe uma tarde mais fria…
Ah! Para que falar? Como é suave, branda,
O tormento de adivinhar — quem o faria? —
As palavras que estão dentro de nós chorando…
Somos como os rosais que, sob a chuva fria,
Estão lá fora no jardim se desfolhando.
Chove dentro de nós… Chove melancolia…
*

Poesia

E te envolverão com atitudes sinistras.
E desejarão secretamente a tua morte.
E atirarão sobre a tua cabeça
O riso fácil das incompreensões.

Entretanto, dentro de ti, indiferentes,
Como a chuva mansa caindo num jardim,
As palavras melancólicas de poesia
Abençoarão a trágica doçura da vida.